martes, 14 de abril de 2009

El Misterio es cuestión del Destino- Parte 4







Isabella:

No iba a tolerar que me usurparan mi hogar ¿Quién se creía ese…ese…? Chico muy guapo… mal criado. ¿Dónde habría dejado mis cosas?
Me dediqué a revisar sus cosas. Tenía que encontrar algo, papeles, o algo que me diera un indicio de quien era este tipo.
Fue difícil hasta que di con lo que necesitaba, luego de unas horas. En un cajón encontré un sobre lleno de documentos, todos eran iguales, con la misma foto, El, pero distintos nombres, tenía todo incluyendo pasaporte europeo.
¿Qué significaba esto? Seguro que vendía drogas. Por eso le molestaba tanto que estuviera en su departamento, ¡mi departamento, que digo!
Ahora debía asegurarme de donde escondía los narcos. Fui a la cocina primero. En ella no encontré nada, pero realmente nada de nada, ni siquiera agua en botella. Ningún alimento, simplemente nada.

Entonces el llegó. Abrió la puerta.

Edward:

Al entrar a casa, no la ví, pero estaba todo revuelto, ¿me habría robado la descarada?

— ¡Bien! Se marcho por fin. — resoplé aliviado de no tener que tratar con ella de nuevo. Fui a la cocina a cerciorarme de que no hubiera hecho estragos allí.
— ¿Eres una especie de mafioso o qué? —ella apareció de la nada frente a mis ojos, ahora que la tenía mas cerca, pude admirar lo bellísima que era, me dejo confundido, no sabía que responder— ¿y bien señor: Priori, Janson, Black, Stiveson, Masen, o debería decir Pattinson?
— ¿De que estas hablando? —oh no esta niñita me había descubierto. Eh… fingir ante todo. Si eso. —no me vengas con tonteras. Vete de mi casa.
— Ahh… me quieres cambiar de tema ¿No? —me miraba con una ceja levantada severamente. — vamos, comienza a hablar, antes de que llame a la policía.
— No tengo nada que decirte usurpadora de hogares— le dije enojado— además tu me debes una respuesta aún.
— ¿Ah si? Bien si quieres saber quien soy, y el porque de que no me puedas tocar, tu deberás confesar tu secreto primero señorito Priori, Janson, Black, Stiveson, Masen, o debería decir Pattinson.
— Nunca tendrás respuestas de mí.
— Entonces tu tampoco, y olvídate de que me voy a marchar.
— Eres insoportable.

Me marché a la computadora, tenía trabajo que hacer, y ella se aburriría pronto.
Comencé a tipear, tenía que entregar un informe con los diagnósticos del día. Ella se desparramó en el sillón, u me dijo “buenas noches”, con una vocecita que me, encanto, irritaba. Decidí no contestarle, tal vez si la ignoraba ella se marcharía.
— Tu madre no te enseño modales ¿verdad? — ella solo quería fastidiarme.
— No metas a mi madre en esto, tú eres la mal educada.
— No, yo he sido muy cortes señor bla bla bla, tu sabes, todos los apellidos que tienes.
— Si claro.
— ¿A propósito como te llamas realmente?
— Eso no es de tu incumbencia.
— Bueno si vamos a convivir tengo que saberlo.
— ¡¿Qué convivir ni convivir?! ¡tú te largas!
— No te alteres. Mira, yo te voy a mostrar como se hace— ella se acercó a mi, se aclaro la garganta y se paró derecha, tenía un porte tan encantador, y me tendió la mano— hola, mi nombre es Isabella Swan, mucho gusto.
— ¿Estas bromeando?
— No, vale, si no vas a colaborar. —se dio la vuelta y se echo en el sillón nuevamente, esta vez me dio la espalda. Maldita niña, me hacia tener cargo de conciencia, y es que solo pretendía ser amigable, no, eso no era, solo quería ser mi molestia más grande, pero tiene razón, mejor será decirle mi nombre y ser mas caballero, solo le diría mi nombre nada de caballerosidad.
— Soy Edward Masen. ¿Contenta?
— Si— me dijo sonriendo triunfante, se dio la vuelta y me dejó con todos mis berrinches a flor de piel.

Ella se durmió pronto, y no pude evitar experimentar con ella. Me acerque, inhalé profundamente, pero nada, no sentí mas que los aromas de los muebles que me rodeaban, caoba y roble, y telas. Entonces probé tocar la nuevamente, pero no pude, solo la atravesé asta llegas al almohadón que sostenía su cabeza.
O sea que ella si podía tocar lo material, pero no a mí ¿sería que yo no podía tocarla? No, ella me dijo que tenía un secreto con respecto a eso, seguramente no era el único.
Pero ¿por que no podía leer sus pensamientos? Esto jamás me había pasado.
Me quede observando su pacífico rostro durante horas, estaba muy tranquila, y la verdad es que así no era nada irritante. Ella empezó a sonreír.
— Ah! ¡Te chapé! —ella abrió los ojos, todavía no me acostumbraba a que me sorprendieran, normalmente yo era quien sorprendía a los demás con mis respuestas rápidas y anticipadas. — ¿te diviertes Edward?
— No te hagas la interesante Bella.
— No me llames Bella. Ese no es mi nombre.
— Oh lo siento… ¿Qué decías Bella? — ¡JA! Ahora se como fastidiarla— Ya es de día, ¿no tienes que marcharte?

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