viernes, 27 de marzo de 2009

Capitulo 4 de Vacaciones en Tailandia


Entonces el sujeto aulló, terminando en una carcajada cruel.

— Sabía que vendríais pero jamás imagina que vendríais a buscarme— dijo el intento de lobo. Entonces gruñí mostrando mis afilados diente. Pronto vería de lo que son capaces— como he de imaginar que los astros no se equivocarían, y hoy tú, mi eterno enemigo tal y como los astros me predijeron, caerás ante mis garras, con la ayuda de una valiente guerrera, a quien desconozco aun — dijo dirigiéndose ha Edward. ¿Qué rayos le había hecho a este intento de lobo? Pero claro, allí estaban otra vez estos lobusuchos hablando de sus planetitas y estrellitas... ¡¿y que mas va!?
— No se a quien esperas, pero es evidente que no soy yo, solo estoy de vacaciones con mi familia— le contesto sinceramente Edward al bicho.
— ¿Y tu esperas que yo crea que tienes a un licántropo como aliado? No os preocupéis amigo, yo te liberare de tus opresores chupa vida. — Entonces aullé, contestándole que eso no era necesario pues estaba con ellos por mi voluntad. El me entendió— que pena mi canino amigo, pues tendrás que apartarte, si no es que deseas que también te destruya, y con respecto a las damillas, yo que ustedes empezaría a correr.
— No te atrevas a tocar a nadie de mi familia. —bramo Bella enfurecida.
— Pero que veo aquí, una guerrera innata. Eso no me lo dijeron las estrellas.
— No se que te habrán dicho las estrellas pero ninguno de nosotros corresponde a sus predicciones, esta muy claro que no nos conocemos ni somos eternos enemigos. —dijo Edward tan pacíficamente que era admirable, yo temblaba de la ira por estar sometiendo a mi familia, si así podía llamársela, a peligro.
— Pretendes engañarme Caius, que no sabes que mis predicciones nunca fallan.
— ¿Como me has llamado?
— Oh! Lo que faltaba un vampiro sordo. Athenodora— se dirigió a Bella— hazlo entrar en razón de que es hora de que enfrente su fin—y empezó a reír macabramente. Era obvio que los estaba confundiendo.— los Vulturis jamás aceptaron a los niños inmortales, al parecer ustedes se dan las excepciones.
— Mmm... ya veo que es lo que aquí ocurre dijo, veras, yo no soy cayo, es probable que tu memoria visual este fallando, mi esposa no es Athenodora, es Bella, Y yo soy Edward Cullen. Esto puede ser una coincidencia, y Caius, si tus predicciones no fallan, vendrá hoy a Tailandia. Pero nosotros no somos tus eternos enemigos.
— Veo que tenéis miedo Caius, no mientas frente a la familia, es de mala educación.
— Así como también es insensato amenazar al hombre incorrecto.
— ¿Amenazar? Yo no te estoy amenazando, solo te informo. —sonrió cruel y despiadado, con sed de sangre.

Y salto sobre Edward con su mandíbula abierta. Edward siendo mas ágil y con la suerte de leer las mentes, lo esquivo, y grito a Bella que huyéramos. Ella no se movió, observando aterrada y furiosa como la bestia se abalanzaba sobre Edward. Entonces el hombre-lobo fijó su vista en las chicas, en mi Nessie, corrió hacía ellas, pero yo fui mas rápido, lo empujé, él cayo sobre sus espaldas, intento safarse de mi, pero era mas fuerte, lo mordí en el brazo, y Edward se arrimo a ayudarme a sostenerlo.
El bicho aulló de dolor. Todos sabíamos que iba a ocurrir ahora, lo íbamos a despedazar, pero los ojos inocentes de la niña no debían ver esto.
—Tienes razón Jacob. Bella llévatela de aquí, corre. —Que practico que era su poder a veces. Ellas desaparecieron del volcán.
— ¡¡Ahh!! Esto no debería estar pasando... ¡Ahh! Como es posible, yo lo he visto.
— Es porque no soy Caius, o ¿no me crees ahora?
— Si, es verdad, tu no debes de serlo, pero entonces...
— Si, no soy yo quien te matara, no hoy al menos. Te soltaremos, podrás cumplir tu proeza, acabaras con Caius, pero no te acercarás a mi familia, no con intenciones malas, no debes dañarnos, hoy por ti mañana por mí, o por nosotros mejor dicho.
— De acuerdo, me parece justo, y debes de saber que los hombres lobo abalan a la justicia sin fallas.
— No, no lo sabia. Vamos Jacob. Busquemos a las niñas.
— Lo lamento Edward Cullen. Esto fue un error.
— Si eso dije.

Y salimos del volcán y empezamos a seguir el rastro de las chicas.


Bella:

Salí del gran volcán a toda prisa, con mi hija en brazos. Tenia que cuidar su inocencia. Baje corriendo, y al llegar al pie de la montaña, me interné en la selva unos doscientos metros más por si acaso.
Pero eso no iba a ser suficiente, no, yo siempre tenia que crear situaciones peligrosas.
Reconocí ese olor al instante, no es que fuera de una persona que me agradara, un vampiro claro, uno muy inoportuno, y estaba acompañado por otro, eso no era seguro, era Caius, y estaba segura que este aprovecharía la situación, y vendría por su venganza por lo que había pasado hace meses.
Corrí en dirección al volcán otra vez, pero Caius ya estaba allí, con Athenodora, una mujer alta y de facciones redondeadas, con cabello rubio plateado, muy lacio. Parecían estar esperándome, seguramente me detectaron nuestra fragancia. Me miraron con sonrisas crueles en sus finos y bellos labios.
Reaccionaron inmediatamente y se abalanzaron sobre nosotras, corrí. Corrí como nunca en mi vida, si nos atrapaban estaríamos perdidas, y no quería eso para mi hija no después de todo lo que habíamos sufrido y luchado las dos. Eso me dio mas adrenalina y corrí aun mas rápido, empecé a oír como sus pasos se alejaban poco a poco. Tenia que hurí de allí, y volver por Edward y Jacob.
Rodee la selva en un Angulo amplio, para volver al volcán. Cuando llegué a este ellos no estaban, solo estaba la bestia inhumana. Esta me miro perplejo. Pero nó, el no podría haberlos matado simplemente nó...
— Ya se han marchado niña. —me dijo gruñón como si se sintiera humillado. Estaban vivos. Y seguramente estarían en persecución de Caius y de nosotras. — deberías bajar a buscarlos. Ya no se tarda en llegar...
— ¡Caius! El me persigue, quiere vengarse...
— sí él, pero...No niña... él no te quiere a ti, el vine por mí ¿Por qué querría dañarte?
— Es solo que no consiguió lo que quería en el pasado, y ahora... —pero ya era demasiado tarde no faltaban mas que segundos para que el llegara. Podía oírlo— ¡Que no toque a mi hija! ¡el quiere matarla!
— Si, y a ti también Bella— el ya estaba entre nosotros— o pero que veo aca... Mitfar... tanto tiempo, viejo enemigo.
— Ya lo creo.
— Encárgate de Bella querida. Y yo me divertiré un rato.

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